Acerca de Guillermo Fernández-Shaw
Hijo del poeta y dramaturgo Carlos Fernández Shaw -autor de libretos tan importantes como La revoltosa-, Guillermo Fernández-Shaw Iturralde (Madrid/1893-1965) fue un prolífico escritor dedicado al periodismo y al género lírico. Sus colaboraciones en el diario La Época se prolongaron un cuarto de siglo, y su actividad le llevó por el camino de la traducción, vertiendo al español a poetas como Goethe, Schiller o Edmond de Rostand. Pero Fernández-Shaw es hoy recordado como una de las figuras más trascendentales de la historia de nuestro gran género lírico, la zarzuela.
De su colaboración con el libretista Federico Romero Sarachaga surgieron buena parte de los títulos más famosos del XX, especialmente los que se corresponden con la edad dorada de los años 20 y 30, en la que trabajaron para compositores fundamentales de la música española: La canción del olvido (1916) para José Serrano, Doña Francisquita (1923) y L a villana (1927) para Amadeo Vives; La Severa (1925) para Rafael Millán; El caserío (1926) y La Meiga (1928) para Jesús Guridi; La rosa del azafrán (1930) para Jacinto Guerrero; Luisa Fernanda (1932) y La chulapona (1934) para Federico Moreno Torroba; La tabernera del puerto (1936) para Pablo Sorozábal… por citar algunas de las más conocidas.
Todavía en sus últimos años, mano a mano con su hermano Rafael Fernández-Shaw, escribió el texto de algunas de las más destacadas zarzuelas de mediados del siglo, como El gaitero de Gijón (1953) para Jesús Romo o El canastillo de fresas (1951), la obra póstuma del maestro Jacinto Guerrero. Guillermo Fernández Shaw ocupó diversos cargos de responsabilidad en la SGAE desde 1934, en que fue elegido consejero en representación de la Sociedad de Autores Líricos; una actividad abnegada que se unió a su desbordante creatividad y a su capacidad de investigación y defensa del género lírico.