Análisis

La diversidad de la zarzuela en ‘El caserío’ de Guridi

El Teatro de la Zarzuela inicia temporada con una de las cumbres del género: un poético e inspirado canto a la tierra vasca del maestro Juanjo Mena y el director de escena Pablo Viar.

EL MUNDO. CULTURA. Enlace a la noticia

 14 representaciones entre el 3 y el 20 de octubre

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La zarzuela es mucho más plural y abierta, como es España, de lo que se piensa. Esta imagen de que solo pertenece a un sitio o algunos personajes de Madrid es errónea», asegura Daniel Bianco. Con la intención de demostrarlo, el director del Teatro de la Zarzuela inicia su cuarta temporada con El caserío (1926), una carta de amor a la tierra vasca considerada como una de las obras cumbres de Jesús Guridi y del género. Que vendrá acompañada en noviembre de Mirentxu (1920), zarzuela anterior del compositor que se representará en versión concierto y, por primera vez en este coliseo, en euskera.

El caserío regresa así al mismo escenario donde se estrenó 42 años después de su última representación, razón ésta ya suficiente para recuperar el título, según Bianco. «Cuando vi que Guridi y esta obra llevaban tantos años sin estar en este teatro pensé que tenían que volver. Por algo es una obra con tantísimo éxito y una de las zarzuelas más representadas a lo largo de la Historia», señaló el también escenógrafo de esta producción del Teatro Arriaga de Bilbao y el Teatro Campoamor de Oviedo. «Guridi aborda el folclore con elegancia y esto me parece importante en estos tiempos en que vivimos: no es una cuestión de nacionalismo, sino de amor a la tierra, la raza y el alma vascas», afirmó.

Para Juanjo Mena, vitoriano como Guridi y director musical del montaje, El caserío es «una obra magistral, desde el punto de vista de orquestación más» a la que se siente profundamente ligado. «Vivo en un caserío de un indiano con su palmera. Lo primero que canté en una escolanía fueron las seis canciones infantiles de Guridi y a partir de ahí todo fue Guridi en mi vida. Es algo que está dentro de mí», afirmó.

El director de escena, el bilbaíno Pablo Viar, ha condensado el libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw para dar a luz un espectáculo tan ágil como respetuoso con el original: una fábula ambientada en Arigorri, una aldea idílica e imaginaria de Vizcaya. «Hemos intentado reflejar la inmensa poesía, el lirismo, el sentimiento, el humor y la magia que encierra» esta comedia lírica en tres actos. «El primero es como un pequeño cuento que funciona casi de manera autónoma y presenta a los personajes. Todo lo que sucede encuentra su reflejo en el segundo y el tercero porque existen muchas cosas duplicadas», explicó Viar sobre el mundo del caserío y la sidrería, sus respectivos triángulos familiares liderados por un patriarca y una matriarca, el drama y el humor que domina a cada uno.

«A partir de ese bellísimo preludio se da inicio al mundo del frontón, donde hemos intentando concentrar la acción de los siguientes actos», continuó diciendo sobre un espacio que «en el mundo vasco opera como plaza del pueblo, como ágora o, como dicen artistas vascos como Oteiza o Chillida, un lugar cósmico, una caja metafísica que esta producción también intenta recoger», señaló. «Finalmente hay unos elementos de magia, brujería y demás que ayudan a la solución del conflicto final», añadió.

Las sopranos Raquel Lojendio y Carmen Solís darán vida a la joven Ana Mari, sobrina del tío Santi, propietario del caserío Sasibil, de quien está enamorado Txomin sin ser correspondido. Los barítonos Ángel Ódena y José Antonio López encarnarán al tío Santi, quien adoptó a Ana Mari cuando quedó huérfana en América y urde un plan con Don Leoncio, el cura del pueblo, para que Ana Mari y su sobrino José Miguel se enamoren. Los tenores Andeka Gorrotxategi y José Luis Sola interpretarán el papel de José Miguel, enamorado también de Ana Mari (y Ana Mari de él), pero quien abandona la aldea al saber que esta va a desposarse con su tío, con lo que perderá de un plumazo la herencia y el amor. Las mezzosopranos Marifé Nogales y Ana Cristina Marco interpretarán a Inocencia, la hija de Eutasia, que se declara con éxito a Txomin, criado del caserío representado por los tenores Pablo García-López y Jorge Rodríguez-Norton. El rol de Eutasia, la dueña de la sidrería, lo asumirá la mezzosoprano Itxaro Mentxaka, el de su marido Manu el actor Eduardo Carranza, y el de Don Leoncio el también actor José Luis Martínez.

Un momento fundamental de esa producción será la danza, coreografiada por Eduardo Muruamendiaraz y ejecutada por ocho bailarines de su compañía Aukeran Dantza Konpainia. El Coro del Teatro de la Zarzuela, tres figurantes y cuatro niños completan el equipo artístico sobre el escenario.

La representación de El caserío del 17 de octubre se podrá disfrutar a través de Facebook, Youtube y la web del teatro. Según señaló Bianco, las retransmisiones en streaming de los anteriores espectáculos del Teatro de la Zarzuela ya han superado el medio millón de espectadores. Y Radio Clásica emitirá la función del 19 de octubre en directo. Asimismo, el coliseo celebrará donde encuentros con Mena y Viar, el primero con alumnos de la Escuela Superior de Canto de Madrid y el segundo con alumnos de la Escuela Municipal de Arte Dramático, el 11 y el 16 de octubre.

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Una cuna mecida al compás

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DEIA. Por Jon Mujika – Sábado, 14 de Septiembre de 2019 – Actualizado a las 06:01h. Enlace a la noticia

LA suya fue una cuna meciéndose al compás, no tengan duda. No por nada, Jesús Guridi nació en un hogar melódico de hondas raíces musicales, al menos que se sepa y se intuya de puertas para fuera. Su padre, Lorenzo, fue violinista, y su madre, Trinidad, profesora de piano. Era, además, bisnieto del aragonés Nicolás Ledesma, celebrado maestro de capilla en Bilbao, uno de los músicos que más renombre alcanzaron en la villa, hasta el punto de que una calle concurrida de Bilbao lleva su nombre.

He ahí los primeros renglones de una vida armónica, el arranque de una sinfonía de mucho lujo. Siendo aún niño, su familia se trasladó a Zaragoza y, más tarde, a Madrid. Se instaló en Bilbao hacia 1899. El joven talento fue muy bien acogido por el círculo de melómanos de la sociedad El Cuartito. En 1901 realizó su primera aparición pública como compositor y pianista, con auspicio de la Sociedad Filarmónica. Además, fue premiado en los Juegos Florales de la Villa por su melodía Chalupan.

Gracias al apoyo económico del Conde de Zubiría viajó a París en 1904 para estudiar en la Schola Cantorum, que dirigía Vincent D’Indy. Allí sería condiscípulo de Resurrección Mª de Azkue y José Mª Usandizaga, con quien trabó íntima amistad. Profundizó sus conocimientos en Bélgica y Colonia.

A su regreso, la Sociedad Coral de Bilbao le encargó Mirentxu(1910), “idilio vasco” sobre libreto de Alfredo Echave que constituyó, junto a Mendi-Mendiyan de Usandizaga, el mayor hito del teatro lírico vasco hasta el momento.

Todos sus logros consolidaron la fama de Guridi, que pronto se convirtió en figura central de la vida musical de Bilbao. Así, entre 1912 y 1929 dirigió a la Sociedad Coral. Además, el compositor fue organista en la iglesia de los Santos Juanes (1915) y en la basílica de Santiago (1918), así como profesor de dicha especialidad en el Conservatorio Vizcaino. Por otro lado, estuvo directamente implicado en el hallazgo y puesta en valor de las pinturas rupestres de Santimamiñe (Kortezubi), en 1916.

El estreno de su gran ópera vasca Amaya en Bilbao (1920) y en Madrid (1923), a cargo de la Coral, supuso la culminación artística de aquel periodo. Las dificultades de este género le indujeron a abandonarlo en favor de fórmulas más comerciales de teatro lírico. Su primera experiencia en ese terreno fue la zarzuela de costumbres vascas El caserío (1926), que permanece como uno de los mayores éxitos del autor.

El canto popular como materia de composición musical (J. Guridi)

Por su curiosa visión de la riqueza cromática de España, el discurso de entrada de Guridi en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando se gana su lugar en el atribulado panaroma actual.

«En Ravel se da el caso curioso de que desdeñó los preciosos motivos de su país —región vasco-francesa—, lo que es de lamen­tar…»

Jesús Guridi: Texto íntegro del discurso de entrada en la Real Academia de Bellas  Artes de San Fernando el 9 de Junio de 1947, ocupando el sillón dejado por D. Joaquín Larregla y Urbieta. (Digitalizado y revisado en Enero del 2019 por el administrador de este blog)

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Madrid 1947

«Cuando de entre vosotros faltó para siempre, el Excmo. señor don Joaquín Larregla y Urbieta, Presidente de la Sección de Mú­sica de esta Real Academia, me elegisteis para venir a ocupar su vacante. Por eso las primeras palabras que yo pronuncie en este día en que cordialmente me uno a vuestras tareas, han de ser de gratitud sincera a cuantos me llamaron a formar parte de la Aca­demia y de recuerdo a la memoria de aquel insigne artista que fue una de las más firmes personalidades de la pedagogía pianís­tica y de la composición. Porque, el maestro Larregla —y aquí uso el calificativo de maestro en toda su íntegra significación, desoyen­do el tono vulgar que nuestros días ha tomado–, desde el momento en que ocupó su Cátedra de piano en el Conservatorio de Madrid, puso todos sus afanes en la formación de pianistas, en el cultivo artístico de cuantos se acercaron a su aula y a los que, en pródiga transmisión de las insuperables facultades de enseñar que Dios le había concedido, fue dando el poderoso aliento de su se­mejanza.

Cuántas y cuántas cosas buenas podrían decirse del navarro de Lúmbier como ejecutante, como profesor, como compositor… Su modestia, una modestia personal deliciosa, le había atraído los cariños más hondos, vividos en toda su ambición en aquella casa del valle del Baztán, en Santesteban, en la que había estado hos­pedado Carlos VII, y de la que trascendió hasta los últimos mo­mentos de su vida el sonido de su piano, en el milagro de una ple­nitud por encima de los años. (más…)

Los lieder de Guridi

 El pianista e investigador Alejandro Zabala ha recuperado numerosas canciones desaparecidas o inéditas del compositor vasco.
CÉSAR COCA

http://info.elcorreo.com/territorios/articulo/musica/2596290/los-lieder-de-guridi.html

A lo largo de su carrera, Jesús Guridi compuso alrededor de 70 lieder. Muchos de ellos no han sido publicados nunca, otros jamás han sido cantados en concierto y algunos ni siquiera se sabía cómo eran porque las partituras estaban ilocalizables. Hasta ahora. Una investigación del pianista y estudioso Alejandro Zabala ha rescatado estas canciones, las ha puesto en su contexto y ha saldado una deuda con el mejor compositor vasco, «con permiso de Arriaga». A punto de cumplirse 50 años de la muerte del autor de ‘El caserío’ y las ‘Diez melodías vascas’, las obras cuya música todo el mundo identifica de inmediato con el folclore de Euskadi, Zabala gestiona con las instituciones la publicación y edición discográfica de sus canciones. Un repertorio que es preciso sacar a la luz y difundir en el mundo.

De la amplia colección de lieder de Guridi, apenas se escuchan con una cierta frecuencia en los escenarios las ‘Seis canciones castellanas’, que han sido grabadas en numerosas ocasiones. Dos más de las que compuso reelaborando temas tradicionales vascos figuran también de vez en cuando en los programas de recital de algunos cantantes. Y en lo que respecta a los lieder, Guridi se acaba ahí. Del resto apenas se tiene noticia.

Y, sin embargo, es un género que aparece muy pronto en su producción. En el período formativo, el primero de los tres en los que Zabala divide la biografía del compositor alavés y que llega hasta 1908 -cuando regresa a Bilbao tras sus estancias en París, Bruselas y Colonia-, escribió al menos diez de estas canciones. Dos de ellas están fechadas en 1901 y las presentó a los Juegos Florales de Bilbao. El muchachito, que tenía 15 años, se impuso con una de ellas, ‘Chalupan’, y ganó una mención con otra, ‘Tu pupila es azul’, ambas, como en casi todos los casos, partituras para voz y piano. Se conocía la existencia de la primera, pero no se sabía nada de la partitura. De la segunda, ni siquiera había quedado noticia alguna. Ambas han sido localizadas por Zabala en los archivos de la familia Zubiría, uno de cuyos miembros, Tomás, tuvo una importancia crucial en la formación del joven compositor.

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